martes, 19 de junio de 2012

Tinta de besos


Su boca... su sonrisa... era el Infierno cada vez que mis labios la rozaban. Quemaban, como hechos del hielo más frío, de la escarcha más abrasadora. Cuando no los tenía, echaba de menos las quemaduras, y cuando los sentía… simplemente eso, los sentía, clavándose sin piedad en mí. Sonrío y no lloro cuando los recuerdo. Los anhelo, los necesito. Cierro los ojos y evoco su mano recorriendo mi cara, desde el nacimiento del pelo, bordeando mi oreja y tambaleándose al filo de mi mandíbula para acabar posándose sobre mis labios entreabiertos como una mariposa sobre una trampa. Beso las yemas de sus dedos, la palma de su mano y apoyo mi mejilla contra ella, como si fuese la almohada perfecta, dispuesto a dormirme y despertarla mañana. Recorro con mis dedos su cadera, la curva de su cintura y provoco que se le erice la piel cuando paseo por la parte baja de su espalda. Se muerde el labio ligeramente de forma peligrosa mientras esbozo media sonrisa, también peligrosa, al ver como en el fondo de sus ojos se enciende una chispa que, cómo no, también es de las peligrosas. Me acerco más a ella y apoyo mi barbilla en su hombro. Se estremece cuando la barba le cosquillea, pero no huye, sino que gira la cabeza mientras me mira de reojo, evaluándome. Recojo un mechón de pelo detrás de su oreja, siguiéndolo con los dedos hasta rozar el lóbulo, sin dejar de mirarla. Por fin, parpadeamos los dos, risueños, y acerco mis labios a su cuello. Su piel lee el “Te he echado de menos” que le dibujo a besos, y cuando pongo el punto final, está sonriéndome.






I cannot go to the ocean,
I cannot drive the streets at night.
I cannot wake up in the morning, 
without you on my mind.